Puras palabras

El concepto de libertad, como tal, es entendido y está afianzado en todo ser humano. Sin embargo poniéndose a pensar un poco uno puede descubrir que la libertad plena y absoluta es impracticable, pues por un lado es un concepto ilimitado como el cosmos y por otra parte se limita a las fronteras de la convivencia y la interacción social.

Cuando discutimos sobre la libertad en realidad estamos discutiendo sobre límites. Personalmente a lo largo de mi vida me he visto limitado de muchas maneras y algunos límites pude superarlos y otros no. Sin embargo conozco los límites que no pude superar y sigo intentando. Creo que es una manera que tengo de ejercer lo que entiendo por ser libre…

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Descreemos de los períodos largos de felicidad y dudamos de las épocas de bienestar, estamos atentos al miedo y vivimos angustiados por la posibilidad de perder la mezquindad que se nos ha permitido atesorar.

A veces imagino que los sinsabores, los disgustos y las pérdidas solo sirven para endurecernos. Para que podamos sobrellevar la pérdida definitiva, cuando llegue la hora del reino de la oscuridad y los gusanos...

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Hace tiempo tuve oportunidad de hablar con Maxi, un amigo del trabajo que a veces me alcanza en auto hasta cerca de casa y otra vez lo alcanzo yo a la suya, a propósito de las personas que habitan en villas miseria y zonas marginales.

Lo que me llamó la atención del razonamiento de este amigo es que él ve en los villeros (y no pretendo ser peyorativo usando la palabra villero) la herencia del gaucho. Según Maxi existen muchas características que definían al gaucho y se reflejan en la gente de las villas.

A saber: El gaucho por ser fruto de la unión forzada entre conquistadores y aborígenes era a menudo expulsado de cualquier comunidad por no ser reconocido como familia legítima, por lo que se criaba al margen de toda sociedad civilizada, carenciado de educación, valores y respeto por parte del resto de la comunidad. Era temido y se desconfiaba de él empujándolo de esta forma a seguir perpetrando fechorías a fin de asegurar su subsistencia. Algo similar ocurre ahora con los sectores marginados del conurbano.

En tiempos de la conquista el ejército lo reclutaba a la fuerza y lo obligaba a marchar contra los indios a cambio de mezquinos mendrugos, tal como ahora se obliga a muchos necesitados a marchar en los piquetes, les guste o no les guste.

No se si realmente es como dice Maxi, la herencia del gaucho, pero visto con su visión particular la analogía es bastante interesante. ¿Quién podría rebatirlo?...

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En mi vida como lector me he cruzado con toda calaña de escritos, cuentos, novelas, e historietas.
Con el tiempo fui eligiendo mis géneros favoritos y en este sentido destacan el misterio, el terror y la ciencia ficción. Entre las obras que he disfrutado existen libros que después de haberlos leído han modificado mi forma de apreciar la lectura cambiando irrevocablemente la perspectiva y la expectativa que deposito al momento de agarrar algo para leer en serio.

Hasta hoy había encontrado tres de estos libros: 1 El principito, que me enseñó a buscar la simpleza y despreciar los arrebatos rebuscados y sin fondo, 2 Final del juego, que me mostró que la incertidumbre puede jugarse desde el fondo de cada palabra y 3 El péndulo de Foucault, que me hizo entrar en una conspiración falaz como excusa de la exploración de los personajes.

Hoy encontré el cuarto y es La sombra del viento, que de alguna manera ha conjugado los principios de los otros tres para ser un libro maldito.

Me gusta creer que todo ser humano es acechado por fantasmas, y que cada lector tiene sus libros malditos…

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Tradicionalmente el romanticismo ata el miedo a la cobardía, y en realidad yo veo que son cosas distintas. El miedo puro, crudo, y visceral no necesariamente desemboca en un acto de cobardía. Muy a menudo ese miedo azuza la voluntad de quien lo padece para ser superado y lograr conquistas memorables. Yo quiero reivindicar el miedo, porque estoy seguro que sentir miedo es ser humano, sensible y vulnerable; y ser valiente no es haber perdido el miedo, sino hacer lo que hace falta apretando los dientes aunque por dentro uno este desarmado en temores…

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Para mi Cortázar es como una conciencia escondida que se me reveló pasando apenas la veintena de años. Lamento no haberlo conocido antes, en la adolescencia por ejemplo. No me canso de leerlo y releerlo (y de copiarlo sin querer, cuando escribo las pavadas que escribo).
Hay tantos cuentos suyos que son como sueños míos, no sé si de haberlos soñado o haberlos leído.

Sólo conozco a Cortázar por sus cuentos. Nunca quise indagar en su biografía ni en sus ideologías y posturas en el medio. Siempre me resguardé de conocer al hombre real y preferí atesorar el mito, el escritor estrafalario, el visionario, el inspirador...

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