miércoles, noviembre 16, 2005

 

Indeciso

Un amigo de la oficina llamó mi atención sobre este artículo que apareció en "La Nación".
Creo que vale la pena leerlo.


Cuando un jefe indeciso es peor que un salario bajo

A algunos ejecutivos es más fácil arrancarles una muela del juicio que una decisión.

Cuando David Turnley era un redactor técnico para una compañía de software estadounidense, su jefa tomaba tan pocas decisiones que nadie sabía lo que realmente quería. Sin embargo, tenía que estar involucrada en cada una de las decisiones que nunca tomaba. El propio Turnley tenía algunos subordinados directos y en vez de tratar de explicarles lo que él creía que ella posiblemente quería, frecuentemente dejaba que ellos mismos trataran con ella. "De esa forma ella podía expresarles su incertidumbre directamente", recuerda.

Su indecisión provenía del temor de ser vista de forma negativa por sus jefes. Pero su actitud resultaba contagiosa y angustiaba a sus subordinados. "Cuando uno no sabe lo que su jefe quiere, vacila para tomar una decisión y luego gasta tiempo y energía ejecutándola", dice Turnley.

Al final, su jefa acabó por volver a la universidad "porque era incapaz de decidir lo que quería hacer", dijo.

Esto basta para que algunos empleados sufran pesadillas. Los ejecutivos indecisos tal vez no logren mucho, pero en la larga lista de cosas que no hacen destaca sobre todo el no conseguir ser despedidos.

El secreto a voces es que en el mundo laboral la indecisión suele premiarse más que la iniciativa de liderazgo, sumándose a la letanía de malas conductas aprobadas en la oficina, como la adulación, las pataletas y el machismo.

Para la gente que trabaja para jefes indecisos, incluso los juicios más irresponsables emitidos en un instante pueden ser mejores que no contar con decisión alguna. Es lo que el famoso general estadounidense de la Segunda Guerra Mundial George Patton llamaba el "síndrome de listo-apunte-apunte-apunte-apunte". Esa es la razón por la que las encuestas suelen colocar la indecisión gerencial como uno de los principales tormentos en la oficina, incluso por encima de los salarios bajos.

En una encuesta reciente, llevada a cabo por Sirota Survey Intelligence, tres de los seis obstáculos principales para desempeñar su trabajo, según los empleados, estaban relacionados con la toma de decisiones. La debilidad a la hora de tomar decisiones quedó en primer lugar, seguido del secretismo y los retrasos.

Un indeciso posee una habilidad hipnótica para redirigir la atención de todo el mundo hacia otra parte. Jonathan Gilbert y sus colegas de una compañía tecnológica solían salir confundidos de las reuniones en las que presuntamente debía tomarse una decisión, que nunca llegaba. Ellos acuñaron su propia patología: el Comportamiento de evasión de toma de decisiones. Este "mal" incluye conductas tan típicas como formular preguntas sin final, cerrar las reuniones sin delinear puntos de acción, pedir más datos o estudios, arrebatos de rabia cuando se pide una decisión y, por supuesto, contratar a un consultor cuyo valor principal es tomar una decisión o asumir la culpa de una mala elección.

Según Christopher Anderson, profesor adjunto de psicología de la Universidad Temple, en Filadelfia, los indecisos se sienten intimidados ante la incertidumbre, se centran en las pérdidas potenciales, carecen de una capacidad de control que los haga sentirse más cómodos con el statu quo, o creen que el tiempo les concederá la información que lo clarifique todo.

"En muchos casos, la gente sacrifica mejores resultados a largo plazo con tal de sentir el alivio momentáneo de no tomar una decisión que no les agrada", dice Anderson. Y eso puede predisponer a las personas a no hacer nada.

Por Jared Sandberg
The Wall Street Journal

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